En 1933, tras la compra de dos destructores de la clase Novik a Estonia, la superioridad de las fuerzas navales peruanas era abrumadora, por lo que el gobierno colombiano consideró varias opciones para reforzar urgentemente su armada, entre ellas la compra de buques británicos. Si la elección hubiera recaído en buques británicos, la flota colombiana podría haberse reforzado con cruceros de la clase Danae.